
Lo que pasa en Venezuela ha dado para todo tipo de análisis, conjeturas y posiciones políticas. Hay quienes defienden a Nicolás Maduro, pese a su evidente talante autoritario, y hay quienes claramente lo critican. Parece que no hubiera puntos medios, grises. Parece que para hablar de Venezuela es imposible no caer en visiones polarizadas. Sin embargo, sí es posible hacer matices, y muy necesario, sobre todo desde la izquierda. No toda la izquierda en América Latina ha estado a favor del proceder de Nicolás Maduro y de su gobierno. Incluso, algunos dicen que el actual mandatario venezolano ha cometido errores y hecho cosas que jamás hubiera hecho Chávez. Y criticar a Maduro no es necesariamente avalar a otros actores en el concierto internacional, como a Donald Trump, quien es otro mandatario que en menos de un año de gobierno ha demostrado tendencias autoritarias y hasta fundamentalistas.
Sobre este último hay que decir que ha usado el tema de Venezuela, además de México, el muro y lo inmigrantes, como casi único tópico de relaciones con América Latina. Es decir, la manera en que ha planteado su relación con esta región está claramente atravesada por una postura de confrontación y a la defensiva. Trump está convencido de que el problema estructural de seguridad en Estados Unidos se debe a los extranjeros.
En las últimas semanas se alcanzó a hablar, de boca del mismo Donald Trump, de una posible intervención, en la cual no estaba descartado el componente militar. Dicha afirmación levantó polvaredas en la región porque incluso los presidentes que siempre se han mostrado críticos con Maduro, y que firmaron una declaración en Lima, se mostraron en contra de cualquier posible intervención militar por parte de los Estados Unidos.

¿Qué implicaciones tendría una intervención? Muchas y muy graves, no sólo evidentemente para Maduro y sus funcionarios, sino para el mismo pueblo venezolano, además de que sentaría un pésimo precedente en América Latina y reviviría épocas oscuras de la Guerra Fría que el continente ha tratado de superar y subsanar. Asimismo, sería una evidente violación a uno de los principios fundamentales del derecho internacional público que condena cualquier intervención extranjera, puesto que supone una lesión a la soberanía nacional.
Por otro lado, algunos defensores de lo que pasa en Venezuela han usado precisamente el argumento de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos para no criticar la evidente violación de principios democráticos fundamentales y para exigir que se respete lo que sucede en dicho país. Sin embargo, olvidan que la autodeterminación de los pueblos o la soberanía no son un permiso que tienen los gobiernos para hacer lo que les plazca, sobre todo en materia de derechos humanos. Los Estados, como Venezuela, han firmado convenios y tratados internacionales en esa materia en los cuales se comprometen a garantizarlos y promoverlos. Esos tratados también tienen consignadas variadas sanciones para los Estados que incumplan sus compromisos, ¿acaso no es evidente que el gobierno venezolano los ha incumplido?
La sociedad civil de las Américas ha rechazado insistentemente lo que pasa en Venezuela, y en cualquier otro país; nuestra función siempre ha sido velar porque se protejan y garanticen condiciones materiales de vida digna y denunciar cuando así no lo sea. Por ende, y conociendo las consecuencias que acarrearía una intervención de tipo militar, estamos en total desacuerdo con esa posibilidad. La experiencia histórica ha comprobado que la presencia de ejércitos extranjeros en un Estado que se considere fallido sólo ha sido caldo de cultivo para más violaciones de derechos humanos, en muchos casos de manera sistemática.
No obstante, es importante aclarar que cualquier medida que gobiernos de la región o del mundo quieran tomar contra el gobierno de Nicolás Maduro sea lo menos dañina posible para el ya maltrecho bienestar del pueblo venezolano. Se necesita encontrar fórmulas alternas que no profundicen la crisis humanitaria del país en materia de derechos tan fundamentales como lo son la alimentación y la salud.