
Durante los últimos treinta años América Latina ha vivido ciclos muy interesantes de transformación y configuración de los espectros políticos, sobre todo después de caído el Muro de Berlín. Con él también cayó la bipolaridad con la que se pensaban las ideologías, aunque aún persiste cierta polarización entre la derecha y la izquierda, y una mayor estigmatización frente a esta última desde los espacios de poder económico y político y el establecimiento tradicional.
La revolución tecnológica, por su lado, ha hecho que la movilización social impacte de maneras inimaginables y ha desconcentrado el poder de la información. Eso también es un hecho que hay que tener en cuenta porque también ha transformado la manera en que los políticos y el Estado hacen su trabajo.
A principios del siglo XXI hubo un período de lo que se llamaron “gobiernos alternativos”, la mayoría de izquierda. Dicho período estuvo muy presente en Venezuela con Hugo Chávez; en Ecuador con Rafael Correa; en Bolivia con Evo Morales; en Argentina con los Kirchner; en Brasil con Lula y en menor medida con Michelle Bachelet en Chile. Por más de una década fueron las corrientes de izquierda quienes reinaron en Suramérica. Sin embargo, hace unos años esa tendencia empezó a cambiar, a reconfigurarse en favor de gobierno más de derecha y conservadores. En Argentina, Chile y Brasil ese cambio es más notorio. En Bolivia todavía sigue Evo, pero con una gobernabilidad más erosionada que antes. En Ecuador, aunque ganó el sucesor de Correa, a los poco meses Lenín Moreno le dio la espalda. Hoy el ex presidente es su más férreo opositor y ambos están una pelea política que también tiene tintes jurídicos por casos de corrupción. En Venezuela, la revolución bolivariana terminó en una degradación penosa por cuenta de Nicolás Maduro, que sólo ha sabido gobernar a punta de medidas autoritarias y es cada vez un presidente elegido democráticamente más parece un dictador.

Sin duda alguna, la izquierda en el poder cometió errores que electoralmente le están pasando factura, lo cual está siendo aprovechado por sus opositores en cada país y por el poder económico. Sin embargo, no es justo sólo hacer un balance de errores, también hubo profundos aciertos, sobre todo en materia social, en derechos humanos y en calidad de vida para mucha gente.
La mayoría de los lunares que tapan los logros de los llamados “gobiernos alternativos” en América Latina están atados a casos de corrupción y malos manejos. Los casos emblemáticos son el de Lula y el Partido de los Trabajadores en Brasil. No obstante, en dichos escándalos también están involucrados muchos políticos y personajes públicos de otros sectores políticos distintos. Odebrecht, por ejemplo, negoció ilícitamente con los poderes políticos de muchos países sin importar si eran de izquierda o derecha, lo importante era que le garantizaran contratos de obra pública.
Ahora bien, ¿cómo está cambiando el mapa político en América Latina? La respuesta es compleja, puesto que la movilización social es cada vez más fuerte y la sociedad civil no está dispuesta a que sus países retrocedan en lo ya conquistado. También es obvio que muchos de los que ayer gobernaban, hoy son oposición. Es un hecho que perdieron terreno, legitimidad y prestigio como agentes de cambio.
Por otro lado, los sectores más conservadores se han dado cuenta de que la América Latina de hoy no es la misma del siglo pasado, por lo que se han visto obligados a moderar, en cierta forma, sus discursos en contra de derechos LGBTI, sexuales y reproductivos; lo que sin lugar a dudas es una victoria de la democracia.

No obstante, los cambios siguen porque por lo menos cada dos años hay elecciones en la región. Colombia y México son los más recientes. En este segundo semestre lo hará Brasil. En el primero ha vuelto el uribismo, un sector bastante conservador del país y crítico férreo de los acuerdo de paz. En México casi que no hay dudas de que ganará Andrés Manuel López Obrador, de izquierda, quien marcará un nuevo hito en la política de ese país. Mientras, en Brasil la cosa aún no es totalmente clara, debido a que Lula ya no está en el escenario electoral el Partido de los Trabajadores se ha visto en aprietos para encontrar su reemplazo y los partidos de derecha o más conservadores tampoco tienen cartas claras, sobre todo cuando Temer no goza de mucha popularidad.
América Latina está en una ebullición constante, sin duda alguna no es la misma del siglo pasado. Nadie es el mismo; su reconfiguración política sigue andando y no se sabe qué nuevos actores traiga, qué nuevas reivindicaciones.