Los pasados días 23 y 24 de enero se llevó a cabo en Santo Domingo, República Dominicana, el “Encuentro de Movimientos Sociales y Fuerzas Políticas: por la paz, la unidad, y la integración de nuestra América”. Este fue un encuentro organizado por la sociedad civil del continente en apoyo a la V Cumbre de Jefes de Estado de la CELAC. El objetivo del encuentro era discutir sobre los principales problemas que afectan a Latinoamérica y el Caribe. Los resultados de esa discusión, luego serían presentados como insumo en la reunión de Jefes de Estado para que éstos los tomaran en cuenta y pudieran darle mayor eco a las preocupaciones de la sociedad civil del continente en la declaración de los Jefes de Estado.
Por otra parte, la V Cumbre de Jefes de Estado se llevó a cabo el 25 de enero en Punta Cana, República Dominicana. Esta Cumbre se desarrolló en un contexto diferente al de las cuatro cumbres anteriores por la ascensión de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos. De ahí que se esperara una declaración unificada, sólida, que diera cuenta de la integración de Latinoamérica y el Caribe para hacer frente a las declaraciones y planes excluyentes de Trump con la región y el resto del mundo. La Cumbre tuvo algunas ausencias importantes como la del presidente argentino Mauricio Macri, el presidente brasileño Michel Temer y la presidenta chilena Michelle Bachelet.
Del encuentro de movimientos sociales surgió la Declaración de Santo Domingo, en la cual efectivamente se identificaron problemáticas concretas de Latinoamérica y el Caribe. Por el lado de la V Cumbre de Jefes de Estado surgió la Declaración Política, la cual cumplió con incluir las preocupaciones de los movimientos sociales. Pero también cumplió con demostrar la unidad de un continente consciente de sus fortalezas y las oportunidades que presenta la coyuntura política internacional.
Los temas identificados por los movimientos sociales que fueron respaldados por los Jefes de Estado estaban relacionados principalmente con la soberanía de los países sobre territorios específicos. Aquí encontramos el respaldo a la soberanía de Argentina sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, el llamado a devolver Guantánamo a Cuba y levantar el bloqueo económico, así como el apoyo a la lucha de Puerto Rico por su independencia. Otro punto en el cual hubo mención en ambas declaraciones pero con enfoques diferentes, fue sobre la situación en Venezuela. Mientras que los movimientos sociales manifestaron “apoyo incondicional a la Revolución Bolivariana y al gobierno legítimo liderado por el presidente Nicolás Maduro”, los Jefes de Estado manifestaron “apoyo al proceso de diálogo en Venezuela entre el Gobierno y la oposición de dicho país”. Los movimientos sociales continúan la declaración manifestándose sobre temas políticos como saludar “la reciente victoria (…) en Nicaragua y la reelección del Presidente Daniel Ortega” y la alerta sobre el intento de desestabilización al Gobierno de El Salvador, pero éstos ya no fueron apoyados ni mencionados en la declaración de los Jefes de Estado.
La declaración de los Jefes de Estado llama la atención por su extensión, en la cual abordan un amplísimo espectro de temas listados a continuación: paz y seguridad, terrorismo, armas nucleares, medidas coercitivas, seguridad ciudadana, seguridad alimentaria, financiamiento para el desarrollo, cooperación tributaria, desarrollo urbano sostenible, educación, juventud, TICs, gestión del riesgo, cambio climático, sustancias químicas, drogas, ciencia y tecnología, cultura, cooperación, comercio, migración, derechos humanos, descolonización, y participación de la región en foros internacionales. La inclusión de tantos temas es un factor positivo porque llama la atención sobre una gran variedad de asuntos sensibles para el continente. Sin embargo, al igual que las declaraciones emanadas de los procesos de Cumbres de las Américas y Asambleas Generales (ambos espacios de discusión de la OEA), la declaración no cuenta con objetivos claros ni líneas de base que hagan posible el monitoreo y seguimiento al cumplimiento de la misma.

Ahora bien, llama la atención que, tratándose de los mismos participantes (a excepción de Estados Unidos y Canadá), la declaración de la V Cumbre de Jefes de Estado de la CELAC contenga puntos sensibles que no fueron incluidos en la Declaración de Mandatos de la VII Cumbre de las Américas (última reunión de Jefes de Estado organizada por la OEA). Esta última no hace ninguna mención a temas abordados en la declaración de la CELAC como el levantamiento del bloqueo económico a Cuba, ni el respaldo al diálogo en Venezuela, tampoco al reconocimiento de la soberanía de Argentina sobre las Malvinas, ni el reconocimiento de aliados externos como Rusia o China. Uno de los puntos que más llama la atención sobre la declaración de la CELAC es la reiteración de la reforma del Consejo de Seguridad y la Asamblea General de la ONU para que esta última sea la que tome las decisiones políticas más relevantes en la organización.
Lo anterior plantea una reflexión sobre la importancia que se debería dar a espacios alternativos de discusión (como la CELAC) entre países donde no exista un claro dominante o hegemón. De esta forma el continente es capaz de reconocer todas y cada una de sus fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas, sin dar prioridad a aquellos intereses de quien ejerce una posición claramente dominante. De igual forma, la utilización de este tipo de mecanismos de diálogo puede ser una oportunidad para un cambio de paradigma en la integración latinoamericana y del Caribe.
Tomando en cuenta la coyuntura, donde el Presidente Trump ha manifestado su intención de reducir los fondos destinados a organismos multilaterales, es posible que la OEA se vea afectada como escenario de discusión política e integración del continente. Si a esto se le suma el hecho de que su partido tiene las mayorías en ambas cámaras del Congreso, y que en 2016 Estados Unidos aportó el 59% del total de cuotas al fondo regular de la OEA, este escenario parece bastante probable.
Se plantea entonces un escenario de integración basado en reuniones periódicas de planeación, construcción de agendas, diseño de planes de trabajo, monitoreo y seguimiento. En este escenario no se necesita de una organización estática con todos los recursos económicos que eso requiere (personal administrativo, oficinas, gastos operacionales, etc.). De esta forma se ahorran recursos, y es posible lograr discusiones y conclusiones abiertas, incluyentes, y que respondan a las necesidades reales de Latinoamérica, el Caribe y el mundo entero. No se trata de acabar con la OEA. Se trata de aliviar la carga financiera de ésta mediante el fortalecimiento de otros espacios de discusión que resultan más efectivos (y más económicos) porque responden a las necesidades reales de la colectividad y no a los intereses del actor dominante.
Entonces, ¿es posible que el fortalecimiento de la CELAC represente una alternativa real de integración para la región?